Durante los primeros años del IES en el que trabajo (Mediterrània, se llama, aunque el 70% de los alumnos no sabe escribirlo correctamente),los cambios de clase y recreos se realizaban al ritmo cansino, desfasado y reiterativo del timbre pero, hete aquí, que desde hace dos añitos descubrimos que podíamos poner musiquita al dichoso ring ring, así que nos pusimos manos a la obra: Iba a sonar una canción diferente cada día lectivo, ese era el proyecto inicial. El caso es que me encontré con la responsabilidad y el inmenso placer de poner la música que me diera la gana para que lo escucharan unas mil personas y...los vecinos. Aparecieron dificultades, como que sólo se podía escuchar la primera canción de cada cd, que sólo podía durar 2:40 minutos, que las voces casi no se oían, que debía dejar claro que era el timbre, y otros múltiples problemas.
En estos dos años los alumnos me han pedido canciones, algunas las he puesto y otras no (quizás por ser ridículas, anacrónicas, inadecuadas o desubicadas), además de tener en cuenta que pedir una canción consiste en traer un cd cuya primera canción sea la que el alumno quiere escuchar y compartir. Al principio algunos alumnos me preguntaban qué canción era la que sonaba y yo se la decía, hasta que puse un papelito en conserjería con la canción que sonaba cada día para evitar ese interrogativo bombardeo¡Qué placer encontrarme por los pasillos con alumnos que me decían el título, o el grupo o cantante de la canción que sonaba en ese momento!
Por allí han pasado clásicos (en los primeros momentos del curso: Vivaldi, Bach, Mozart, Beethoven, Tchaikovski...). otros "clásicos" más recientes (La Cabra Mecánica, Los Delinquentes, Miguel Ríos, Serrat, Kiko Veneno, Platero y Tú, My Chemical Romance, Pulp, Oasis, Fanfare Ciocarlia, Guns & Roses, Deep Purple, Radiohead, New Order, The Beatels, The Rollings Stones, Red Hot..., Bruce Springsteen...), además de pequeños homenajes a músicos muertos (Lou Reed, Antonio Vega, Los Brincos..., nos saltamos a Manolo Escobar).
Algún vecino ha venido a quejarse del volumen con malos modos ante las conserjes y el director, que nos ha obligado a bajar el volumen, con el consiguiente "no he oído el timbre" de alumnos y profesores, pero como el espectáculo debe continuar, seguimos escuchando música, sin problemas de lenguas ni de ritmos.
El buzón de peticiones sigue abierto. Nos quedan 3 semanas de música por el IES.
Si se las buscas, la vida da muchas vueltas. El destino y el carpe diem como forma de actuación. Subjetividades compartidas. El día a día de pensamientos y opiniones.
lunes, 2 de junio de 2014
lunes, 12 de mayo de 2014
Mi primer libro
Corría el año 1970 y yo contaba con 12 años. Mis padres y hermana, al llegar el verano, se trasladaban al pueblo (Casasimarro), como muchas otras familias que habían emigrado buscando mejores formas de subsistir durante aquella despreciable dictadura. Llegaba agosto, sobre todo a finales y coincidiendo con el patrón, San Bartolomé, y las calles se llenaban de un alegre bullicio que, al llegar la hora de la siesta, desaparecía y se refugiaban en las casas. Como había pocas televisiones, todas en blanco y negro y con sólo dos canales, el pueblo, bajo aquellas brasas de agosto, se anegaba en un profundo silencio sólo interrumpido por algún llanto infantil.
Aquel agosto fue diferente. Bajo la penumbra del comedor, iluminado por una claraboya y sentado en una mecedora raída, empecé mi gran aventura: La lectura de "El Conde de Montecristo" de Alejandro Dumas. En dos semanas de siesta leí y releí esa voluminosa novela que marcaría mi destino:las andanzas de Edmundo Dantés, un marino traicionado, la isla de If, su inolvidable vecino de celda, esa fuga de la isla al límite de sus fuerzas, el encuentro del tesoro y, sobre todo, su venganza.
Acabo de leer "Personas como yo", la última novela, con muchos elementos autobiográficos, de John Irving y me he encontrado con el mismo proceso de iniciación, un libro que marca el devenir de tu vida; en ese caso se trata de "Cumbres borrascosas" de Emily Brontë, pero la historia se desarrolla en los años 40. Alegra comprobar que hemos sido muchos los que hemos caído en esa inmensa red y que intentamos trasladar esa buena nueva a los que nos rodean, ya sea aconsejando libros, ya sea desaconsejando determinadas lecturas.
Supongo que si hubiera nacido en los años 90, en los que nacieron mis actuales alumnos del instituto, mis gustos hubieran ido en otra dirección, simplemente porque hay mucha más variedad y facilidad para conseguir obras artísticas que antes eran imposibles, entre los que incluyo los videojuegos. Hoy es fácil conseguir una canción, un cd, descargar un libro, una película. En los años 70 no había bibliotecas en los pueblos, sólo en las capitales, y los libros, como los tebeos, circulaban de mano en mano entre familiares y amigos.
Durante un tiempo apuntaba en una libreta los libros que leía, divididos en años y meses, distribuyéndolos entre acabados de leer e inacabados (sí, es un derecho inalienable según el decálogo de Daniel Pennac en "Como un libro", tener el derecho de abandonar un libro, de serle infiel. Masoquismo lector, no gracias), pero ese control exigía un sacrificio temporal que he ido abandonando, aunque todavía conservo ese listado en alguna parte de la casa. Imposible recordar cuántos libros he leído o abandonardo en sus primeras páginas o en las últimas; necesitaría otra vida.
Aquel agosto fue diferente. Bajo la penumbra del comedor, iluminado por una claraboya y sentado en una mecedora raída, empecé mi gran aventura: La lectura de "El Conde de Montecristo" de Alejandro Dumas. En dos semanas de siesta leí y releí esa voluminosa novela que marcaría mi destino:las andanzas de Edmundo Dantés, un marino traicionado, la isla de If, su inolvidable vecino de celda, esa fuga de la isla al límite de sus fuerzas, el encuentro del tesoro y, sobre todo, su venganza.
Acabo de leer "Personas como yo", la última novela, con muchos elementos autobiográficos, de John Irving y me he encontrado con el mismo proceso de iniciación, un libro que marca el devenir de tu vida; en ese caso se trata de "Cumbres borrascosas" de Emily Brontë, pero la historia se desarrolla en los años 40. Alegra comprobar que hemos sido muchos los que hemos caído en esa inmensa red y que intentamos trasladar esa buena nueva a los que nos rodean, ya sea aconsejando libros, ya sea desaconsejando determinadas lecturas.
Supongo que si hubiera nacido en los años 90, en los que nacieron mis actuales alumnos del instituto, mis gustos hubieran ido en otra dirección, simplemente porque hay mucha más variedad y facilidad para conseguir obras artísticas que antes eran imposibles, entre los que incluyo los videojuegos. Hoy es fácil conseguir una canción, un cd, descargar un libro, una película. En los años 70 no había bibliotecas en los pueblos, sólo en las capitales, y los libros, como los tebeos, circulaban de mano en mano entre familiares y amigos.
Durante un tiempo apuntaba en una libreta los libros que leía, divididos en años y meses, distribuyéndolos entre acabados de leer e inacabados (sí, es un derecho inalienable según el decálogo de Daniel Pennac en "Como un libro", tener el derecho de abandonar un libro, de serle infiel. Masoquismo lector, no gracias), pero ese control exigía un sacrificio temporal que he ido abandonando, aunque todavía conservo ese listado en alguna parte de la casa. Imposible recordar cuántos libros he leído o abandonardo en sus primeras páginas o en las últimas; necesitaría otra vida.
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